domingo, 21 de septiembre de 2008

Mabon

Escribo desde un lugar templado, semioscuro y tranquilo de mi habitación donde la tarde de domingo de mediados de mediados de septiembre cae pesadamente sobre mis hombros. El cielo está muy gris y hay densos nubarrones que amenazan una tormenta de verano, de esas que apetece observar a través de la ventana, cuando tienes el pelo recién lavado y con una taza de chocolate caliente en las manos.

Mañana regreso a la rutina, pero no me importa demasiado. El horario de este año está más o menos bien acoplado y en esta temporada del año siempre me apetece tener alguna obligación que seguir para no caer en el dichoso aburrimiento. Tengo ligeros planes para este año y tengo la esperanza de seguirlos (siempre en la medida de lo posible). Además, estos cambios en mi vida me han venido muy bien. No tengo que dar explicaciones (angustiosas) a nadie ni seguir los planes que no me convienen. Quizás no salga con tanta frecuencia como antes, ni tenga demasiada vida social como hace casi nueve meses... pero me siento la persona más libre de la tierra. Sin saber como, siento que voy ascendiendo las escaleras de mi vida, una tras otra. Y eso, al cabo del tiempo, se nota.

No estoy muy segura de si realmente podré irme a Londres este diciembre (asuntos no propios), pero si me gustaría irme de beca este verano. Quisiera planearmelo bien para irme en compañía. Algunos puntos de vista que tenía han cambiado desde que volví de Bilbao. Esos parajes verdes y nueve horas de viaje (cuantos nueves!) me han abierto los ojos de nuevas expectativas, y ya casi no tengo miedo de lo que antes sí tenía. Nada que temer cuando el corazón muchas veces engaña...


Me asomo a la ventana y ya llueve. No puedo ver la lluvia, pero la escucho caer ligeramente sobre los tejados de mi vecindad. Siempre me ha parecido una música mágica que cada persona escucha de una manera u otra. El gato maulla desde el piso de abajo, porque le gusta que le pasen una manopla por la espalda y se sube a la mesa de la terraza para ello. Pero odia el agua, como casi todos los gatos. Me pregunto si mañana lloverá de camino a clase...


Admiro, por estas fechas, el cambio de ambiente en la transición del verano al otoño. Nosotros nunca tenemos un otoño como dios manda, ya que en nuestra zona geográfica las hojas no se vuelven naranjas como en londres, ni hay un cambio gradual de temperatura que nos lleva a ponernos manga corta un día y manga larga al siguiente. Es un clima tan propiamente mediterraneo que no parece un cambio natural. Solo llueve a veces y no tanto como a mi me gustaría, ya que si lo hiciera, iría con falda más a menudo y me compraría una de esas botas de agua con dibujos de hojas o brocado en sus contornos. Nunca he sido una chica de faldas, pero como bien he dicho, estoy cambiando mis modos.

Sigo esperando los días. He vuelto renovada y pienso volver.

Flying...

Y mañana Mabon... :)

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