Sin embargo, llevo un par de días sobreexponiendo mi vista hasta horas (cabrían decir, según las circunstancias) intempestivas por unas tiras cómicas que hacía años que no creía recordar tan nítidamente en mi cabeza. A los pies de mi vieja estantería, cuando otras niñas pensaban en muñecas y en chica-busca-chico, yo desparramaba todo ese precioso tiempo dedicado a la lectura, tanto escrita como gráfica. Y una de esas maravillas gráficas que me trajo la niñez (más bien, me la inculcó mi madre) es este peculiar personaje:
Siempre me ha fascinado el desparpajo de esta niñita argentina nacida a manos del grandioso Quino. Su genialidad de palabra y empatía justificada ante los males y problemas del mundo la dotan de un carácter sensible y humano capaz de pensar más allá de su propia ideología. Cosa muy difícil de lograr en un personaje de tal magnitud en esta era de ordenadores y televisión.
También fue casualidad que el otro día encontrase en determinada página web los 10 libritos escaneados de las tiras de Mafalda. En un principio, recuerdo, no lograba entender muchos de los problemas sociales ni personajes históricos que planteaban sus viñetas (bendita niñez). Sin embargo, años después esos bocadillos adquieren para mi un nuevo significado cargado, en ocasiones de ironía y en ocasiones (aunque resulte duro admitirlo) de pura verdad.
Aunque visto lo visto, creo que nunca me cansaré de navegar por las interminables lagunas de sarcasmo, problemática social y ternura de pensamientos ideológicos de una niña de cinco años de la argentina de la década de los 60.
Imágenes de http://mafalda.dreamers.com